Candaules, rey y señor lidio, estaba absolutamente enamorado de su mujer, y era tal su amor, que no tenía reparo en contar y describir con exageración y ponderación la belleza de su señora; y tan extremosa que era su hermosura, que el rey no fue capaz de guardar su visión, así que sin embarazo ni vergüenza, la describió ante su leal guardia Giges. Pero este miraba con incredulidad a su amo, y por ello, en un ataque de soberbia y presuntuosidad, ofreció a su guardia la ''posibilidad obligatoria'' de ir a observarla y ser testigo de su divina delicadeza y hermosura.
Giges se ocultó en un rincón oscuro tras la puerta, y cuando Candaules sintió que era ya hora de meterse en la cama para disfrutar de un relajante descanso, su mujer se despojó lentamente de su atavíos y ropajes, quedando absolutamente desnuda, tal y como la naturaleza la creó, y mostrando cada una de las partes de su cuerpo perfecto. Giges, convencido ya de que su ''tarea'' allí había terminado, cuán sombra sigilosa, oscura y veloz, y se alejó de la escena. Pero la mujer, ágil y perspicaz, denotó su presencia antes siquiera de que tratase de salir.
Al día siguiente, la mujer habla con el guardia y le dice que tiene dos opciones: o matarse a sí mismo en aquel justo instante, o matar al rey, hacerse con el poder y casarse con ella. Giges tuvo que decidir entre matar a su amo y señor, al cual había seguido y obedecido sin dudarlo ni un segundo, o morir. Pero Giges parecía no estar a gusto con la idea de perder la vida, así que sin dilación, se decantó por asesinar a Candaules. Por la noche, arropado por el cielo estrellado y acompañado por el frío nocturno, se introdujo en su dormitorio, se volvió a esconder tras la puerta, y cuando entró el rey, puñal en mano, lo mató.
Tras ello se casó con la mujer, se convirtió en el monarca de Lidia y vivió para siempre en el poder.
Esta historia presenta dos posibles dilemas morales: el de acceder a ver desnuda a la mujer del rey; y el de matar o matarse. El primero no lo considero un dilema moral, pues en realidad Giges estaba casi obligado a ir, ya que no podía desafiar ni desobedecer las palabras y órdenes de su rey. Aun así, vulneró algunos valores morales, como pueden ser la responsabilidad o la dignidad. Por supuesto, el rey vulneró una gran cantidad de valores morales, como la justicia y el respeto hacia su mujer. Pero aun así, como ya dije anteriormente, estaba casi obligado, no es dilema pues no tenía elección.
El segundo posible dilema si lo considero un verdadero dilema, y de hecho el único de la historia. Giges debe elegir entre dos cosas: la primera era matar a su amo, al cual ha obedecido sin importar el qué, el cuando o el por qué; una sumisión y respeto infinitos y ciegos, acatando hasta el fin las órdenes, su monarca y el de toda Lidia. Además, tras su asesinato, debía casarse con su mujer y reinar sobre todos. La segunda era matarse a sí mismo. Aunque inacabable era el respeto hacia su señor, Giges no quería morir, así que debió acabar con su vida, de forma rastrera y miserable, y casarse con aquella hermosa mujer, aunque eso suponga tener que cargar por sus restos con el sentimiento de ser un asesino.
Ambas cosas eran malas, más que un dilema, es elegir entre cuál de los dos es el menos desgraciado y terrible de los destinos. En uno, moría, el cual es un final fatal, pero en la otra posibilidad, sería rey y esposo de la mujer más agraciada físicamente, pero bajo la permanente tortura de su conciencia, y convirtiendo su cuerpo en la prisión que encerraría su propia mente, obligado a pensar por siempre y eternamente en lo que hizo. No escogió la mejor de las opciones; tampoco la peor de ellas; no había ninguna buena y ninguna mala: simplemente elegir cuál iba a ser su perpetuo castigo.
Link a la historia: http://caballodeletras.blogspot.com.es/2008/06/la-historia-de-giges-segn-herodoto.html
- Javier Sevidanes
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